¿Por qué leer el pasado? Memoria

Mientras algunas personas odiarán la historia como elemento fundante de sus vidas cercanas, otras la amarán. De más está decir que aquella que olvida sus aprendizajes y trayectorias está condenada a repetir sus calumnias una y otra vez al calor de lo que presuntamente se le presenta como novedoso cotidianamente.

Leer historia puede ser apasionante… basta con entender que somos lo que vivimos, y no solo personalmente -a nivel familiar- sino también socialmente -a nivel cultural- puesto que nos constituimos como parte fundamental de una herencia humana, cuya reproducción no cesa a pesar del desarrollo de innumerables conflictos y desigualdades cada vez más agudas a escala global.

De este modo, se torna crucial tener conciencia de nuestros propios orígenes, de nuestros porqués… pero no para seguir algo que algunos individuos catalogan como «moda», sino para emanciparnos y deconstruirnos como especie… para empatizar, intercambiar y dialogar entablando diversas ideas y posturas:

¿Qué es ser argentinx? ¿Qué es ser indígena? ¿Qué es ser facherx? ¿Qué es ser une negrx de mierda? ¿Por qué no existe un blancx de mierda? ¿Qué es ser bellx? ¿Qué es ser purx? ¿Qué es negrear? ¿Por qué me dicen mina? ¿Por qué me dicen putx? ¿Por qué soy cristianx? ¿Por qué escribo estas líneas en español?

Apasionarse e interesarse por la historia es más que leer cosas sin relevancia, cosas que «ya pasaron y no me afectan»; es entender que fuimos educados en un determinado contexto socio-político y cultural que nos permea constantemente a través de numerosas prácticas que reproducimos inconscientemente a lo largo de nuestra vida cotidiana. Leer historia es más arduo que leer libros viejos empolvados. Es entender los porqués, las causas, los inicios de un determinado acontecimiento… es salir de la zona de confort para desentrañar nuevos fundamentos e ideas que probabablemente nos incomoden, pero seguramente nos enriquezcan como seres humanos: interpretar el pasado supone estar abiertx a nuevos presupuestos que cuestionen mis prácticas cotidianas, e incluso transformen mi mirada sobre el presente.

Entonces, leer historia mediante nuestra más preciada capacidad de recordar, a través de la memoria, es un acto de amor pleno por mí, por la sabiduría, por mi amigx, por mi novix, por mi vecinx, por mi familia, por las generaciones venideras… por captar el interés presuntamente verdadero detrás de aquello que nos quieren hacer creer. En fin, tres palabras: amar, descubrir, y cuestionar.

El renacer de la ciudad

La 19.640, ley de promoción industrial sancionada en el año 1972 generó la multiplicación de habitantes residentes en la isla, mediante la concreción de migraciones internas generadas por la gran demanda de mano de obra.

De hecho, en determinados momentos, se llegó a utilizar la frase «Isla de la fantasía» como designio de la provincia más sureña de la República Argentina que acobijaba con nuevas oportunidades a los recién llegados.

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Fotografía: Philips.

Desde la primera década en que se sancionó la ley, la ciudad pasó a casi duplicar su población: de 7.754 habitantes en 1970 a 13.211 en 1980. Boliches, cines, tiendas, barrios y hasta un paseo de compras (ex Offen Plaza) se instalaron en el pequeño poblado que se teñía con aires de industrialización.

Hacia el 2011 la ciudad contaba con un parque industrial compuesto por 27 fábricas que volcó su producción a los aires acondicionados, celulares y televisores.

Dichos cambios fueron posibles en gran medida gracias al aumento poblacional generado por la radicación de fábricas. Se estima que el 76% del incremento ocupacional observado en la industria fueguina durante los años 1980 y 1984 fue generado por la industria electrónica. Las empresas que antes elaboraban sus propios bienes de consumo, pasarían a comprar insumos y tecnología en el exterior.

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Fotografía: Crónicas Fueguinas.

Si bien la 19.640 permitió el habitamiento de la ciudad, no debemos olvidar que a largo plazo la falta de planificación en materia de infraestructura edilicia, generó las condiciones para el desarrollo de barrios precarizados a nivel material tanto en relación a los factores climatológicos de la isla como a los índices estándares de calidad de vida.

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Fotografía: Municipio de la Ciudad de Río Grande.

En relación a éste tópico puede observarse un notable aumento en la demanda de alquileres así como de asentamientos improvisados en la margen sur del río Grande.

De cara a los próximos años queda la tarea de maximizar y ampliar la política habitacional a los efectos de paliar los contrastes entre los distintos puntos de la ciudad al tiempo que se mejora la calidad de todos los riograndenses.

Un imán entre desolación

El ex frigorífico CAP se constituyó a inicios del siglo XX como una importante fuente de trabajo entre los primeros habitantes que arribaron a la zona norte de la Tierra del Fuego.

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Fotografía: Minuto Fueguino.

A partir del saladero y grasería que funcionaban en la zona y en paralelo a su posterior instalación durante el año 1917, comenzó el desarrollo de todos los sectores relacionados a la actividad ganadera. En tiempo breve, el paradero pasó a ser pueblo y el pueblo se transformó en ciudad.

El 30 de septiembre de 1916 se sancionó por el Congreso de la Nación la ley 10.171 que autorizó la instalación de «un frigorífico y fábrica de carnes con capacidad de faeneo diario de 2.000 animales lanares y hasta 200 cerdos». Alejandro Behety decidió emprender el desafío y construir un moderno frigorífico cercano al muelle que se ubicaba en la margen sur del río Grande…

A posteriori y con acuerdo previo, la cooperativa de los Menéndez Behety, Braun, Bridges, Reynolds y otros, inició las obras que ocuparían finalmente una superficie de 16.100 metros cuadrados integrada por 12 cámaras y depósitos frigoríficos que en total proporcionaban unos 20.000 metros cúbicos de capacidad en adición a un muelle y ferrocarril que fueron utilizados para maximizar y agilizar el proceso de producción.

A partir de allí, las instalaciones junto a la calidad y cantidad de ganado pasaron a ocupar un papel primordial en tanto actuaron como imán de trabajadores de distintas zonas de la región patagónica que se acercaban en la búsqueda de nuevas y mejores oportunidades.

Una fecha para recordar fue mayo de 1918. Momento durante el cual partió el primer embarque de carne congelada con destino a Inglaterra, en una época que ya dejaba evidenciar la silueta de la Argentina agro-exportadora.

Con el correr de los años y durante el período comprendido entre 1935-44 se totalizó la matanza de 2.754.400 de ovinos. No obstante, este número se ve reducido ante la cifra total de lanares sacrificados entre 1918-1940 registrada en 5.300.000.

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Fotografía: Ferrocarriles en el Cono Sur (UK).

Ya iniciada la década del ’40 y más precisamente hacia el 30 de junio de 1941, la Corporación Argentina de Productores de Carnes adquirió a la Compañía Frigorífica Argentina de Tierra del Fuego. La medida fue autorizada por la asamblea general de accionistas del 22 de octubre de 1940.

Las décadas subsiguientes depararon el abandono y el óxido exacerbados a causa de la falta de política pública, que debió haber pregonado por un mayor cuidado del patrimonio histórico de la ciudad durante -al menos- tiempo prolongado, a los efectos de salvaguardar aquella semilla que emergió y floreció entre tanta pampa, entre tanta desolación…

Fuentes:

http://www.momentostdf.com.ar/2009/02/el-frigorifico.html

http://www.actualidadtdf.com.ar/index.php?option=com_k2&view=item&id=11228:el-fuego-arrasa-con-todo-el-complejo-hist%C3%B3rico-en-el-cap&Itemid=88

http://www.ferrocarrilesenelconosur.co.uk/08Scriogrande.html

Los hombres de fuego

La zona septentrional de la Tierra del Fuego estuvo en principio habitada por un reducido número de hombres aglutinado en un pueblo originario que se dio a conocer como Selk’nam.

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Zona septentrional de la Tierra del Fuego habitada por los Selk’nam.

Los varones medían una estatura promedio que oscilaba en torno a 1,80 cm.

Eran nómadas, variando según la disponibilidad de alimentos que podían llegar a obtener en determinado lugar; poseían poco o escaso contacto cultural con otros grupos de la región.

En cuanto a la organización familiar, ésta era patrilineal y patrilocal. Cada uno de estos grupos poseía un fuerte concepto de territorialidad aglutinado alrededor de lo que denominaban como haruwen. 

El haruwen se asociaba a un cielo. Si por alguna razón un individuo debía cambiar de residencia a nivel territorial, automáticamente pasaba a pertenecer a otro cielo. En articulación a esta delimitación, cada matrimonio debía realizarse entre personas de distinto cielo.

Su sociedad no reconocía jerarquías y se regía bajo la reciprocidad, el trueque y el acceso común de cada grupo familiar a fuentes de alimentación, materias primas, vestido y habitación.

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Grupo Selk’nam. Se distinguen los hombres de las mujeres.

No obstante, es importante recordar que había tres grupos de mayor prestigio:

  • Chamanes («Xo’on»): Eran respetados por los contactos que podían establecer con los «cielos», fuente de poder.
  • Sabios («Lailuka«): Depositarios de las tradiciones mitológicas, sin poder sobrenatural, profetas.
  • Guerreros («K’mal«): Respetados por su experiencia cuando llegaban a edad madura, eran los que más se aproximaban a un líder, y había uno en cada familia extendida.

En cuanto a la vivienda, solían habitar estructuras sencillas. En la zona septentrional destacaba la «tienda», que al estar realizada con palos trabajados y un cobertor de pieles de guanaco o lobo marino, permitía su traslado de un campamento a otro.

Para obtener alimento y abrigo utilizaban el arco y la flecha. El corte de la carne y faenamiento de los animales se efectuaba con cuchillo y raederas de piedra.

Fuentes:

http://pueblosoriginarios.com/sur/patagonia/selknam/selknam.html

http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0717-73562005000200002&script=sci_arttext

https://es.wikipedia.org/wiki/Selknam

 

Bosquejando el mapa…

De marcado paisaje industrial, la ciudad se configuró al resguardo de la ley 19.640 que permitió algo más que poblar las amplias planicies desiertas con inmensos galpones de chapa.

Los primeros hombres que arribaron a ésta lejana región se remontan hacia comienzos del siglo XVI con el descubrimiento de la Isla Grande habitada por los denominados pueblos originarios.

Con el transcurrir de los siglos dicha población se vio reducida en número a causa del contacto entre poblaciones europeas. Es en este contexto de confluencia socio-cultural que las misiones salesianas comenzaron a cobrar protagonismo con las evangelizaciones que tenían como finalidad instaurar la unicidad doctrinal religiosa sobre las antiguas creencias originarias nativas.

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Fotografía: Vico Valenzuela.

 

Ya finalizado el siglo XIX la actividad bovina se consagró como una importante fuente de trabajo hacia los peones rurales, proporcionada principalmente por los estancieros propietarios instalados.

En paralelo al desarrollo de la actividad bovina, la inversión volcada hacia la radicación de frigoríficos permitió incorporar infraestructura clave para el desarrollo local poblacional. El frigorífico CAP -emblema de la ciudad- que se localizó al margen del río Grande trajo consigo a numerosos trabajadores de distintos sectores de la Patagonia.

Podríamos inmiscuirnos en las tempranas décadas del siglo XX para corroborar la modesta mano de obra proveniente principalmente del país limítrofe, Chile. Si bien la instalación del frigorífico fomentó el habitamiento de la zona, no debemos olvidar -como recalcábamos más arriba- lo trascendental que fue la ley de radicación industrial sancionada en el año 1972.

Dicha ley no sólo creó fuentes de trabajo, sino también acrecentó un flujo migratorio nacional que parecía algo estancado, proveniente de distintas provincias argentinas. En dicho periodo la ciudad duplicó, triplico y hasta cuadriplicó su población, posicionándose como la región más habitada de toda la Tierra del Fuego en conjunción al desarrollo de la industria electrónica compuesta por aires acondicionados, televisores y celulares -por mencionar los más destacados a nivel local-.

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Fotografía: Vico Valenzuela.

 

Éste fue el puntapié principal -aunque complementario desde una mirada temporal- hacia lo que a posteriori se vislumbraría como polo tecnológico, como ciudad industrial, y como importante fuente laboral bajo dos palabras: Río Grande.